En esta España llena de capitales y de grandes superficies
donde pasar largas horas ociándose de productos de consumo y donde se desconoce que hace muchos años
existieron otros terrenos, otros lugares donde los habitantes salían a pasear
por las afueras de sus pueblos, sin tiendas ni escaparates, en sus días festivos
hacían eso y nada más, esos pueblos de la España de los trashumantes. Sus
habitantes marcharon a las lejanas Américas en busca de fortuna, grandes salas
de cine, bulevares, lugares donde
comerse una hamburguesa….y un trabajo en fabricas productivas y bien remunerado.
Mientras sus hogares perdían primero el tejado y más tarde la vida. Abandonados,
como si de una lacra se tratase. Y allí están todavía, abandonados en su eternidad.
El bullicio que en su día tuvieron las plazas mayores de cada pueblo terminó, solo
queda la gente que pasa, mira, fotografía y se va. Y los pueblos siguen
pereciendo, muy poco a poco, para que su dolor sea así más intenso.