domingo, 17 de diciembre de 2017

SALTAMONTES


Había una vez, un saltamontes en mi parabrisas del coche. Cuando estuve sentado delante del volante y con la mano en la llave para darle al arranque, me dio por acercarme hacia el cristal y mirar las grietas que tenía este insecto en su cuerpo, sus ojos fijos sin pestañas, o por lo menos no las usaba, y sus patas posadas en el vidrio trasparente. Despacio alargué el brazo hacia el asiento del copiloto donde posaba mi estuche con la cámara fotográfica, esperando que al bicho no se le ocurriera empezar a realizar un salto, habituales en estos animales. Sin dejar de mirarlo hice rodar la esfera de programas de mi Nikon hasta que por el rabillo del ojo observé que había llegado a la opción de “macro”. Me coloqué la cámara en la cara y empecé a encuadrar la escena, acercándome lo que pudo dar el enfoque del objetivo, abrí diafragma y aumenté velocidad hasta que mi sensor manual me indicó una luz perfecta.

 Disparé y saltó.