De
niño fui afortunado, tuve un padre que fue también amigo, y tuve un amigo que
fue como un padre. Los dos murieron demasiado jóvenes. Hoy volví a uno de los
rincones que Toni, mi amigo, me enseñó, cuando no tenia ni los dieciséis, el
Roc de Sant Gaietà, cerca del Arc de Barà en Tarragona. De nuevo pude ver dónde
comíamos, entre mesas de piedra, esos buenísimos pollos a l'ast, y al atardecer
acercarnos al Roc, y deleitarnos con esa coca de vidre tan dulce y buena
mientras reíamos de felicidad. Nunca te olvidaré amigo.
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